Me gustaría hablaros de
Carmen Couto Rellán. Nacida en 1925 en la parroquia de Zas (A Coruña), en un
pueblo gallego de no más de 100 habitantes llamado Budián. Fue la mayor de 4
hermanos. No eran tiempos de abundancia, y menos en pequeños pueblos de la Galicia
rural, donde la suerte más grande que se tenía es que debido al mal estado de
los caminos de acceso, era difícil la entrada para el control del “buen
comportamiento” de la población y el robo de cosechas y enseres por parte de “recaudadores
oficiales”.
La casa donde nació Carmen poseía
suficientes tierras para poder trabajar y obtener el sustento necesario, pero
como en muchas unidades familiares gallegas, el padre estuvo emigrado en
Argentina, y en su casa vivían, hasta que Carmen se casó con 20 años, sus dos
abuelas (que murieron cuando era ella niña), su madre, ella y sus 3 hermanos
(una hermana 6 años menor y dos hermanos aún más pequeños). No eran tiempos
para que las mujeres hicieran los trabajos físicos, pero en este caso no había
alternativa, así que siendo todavía muy pequeña, y en cuanto la fuerza se lo
iba permitiendo, Carmen se habituó a día a día, llevar a cabo las tareas en el
campo reservadas sólo para los hombres. La cotidianidad hizo que su madre y su
hermana realizaran sólo los trabajos del hogar, y sus dos hermanos pequeños
sólo se ocuparan de trabajos que poco aportaban al sustento familiar.
Acostumbrada al trabajo, no
había tiempo de ir a la escuela, así que no aprendió a leer ni escribir hasta
que ya con 24 años, convenció a un vecino de una aldea cercana para que le
enseñara a leer y escribir.
Con 18 años tuvo su primera
hija, que murió a los 2 días después de nacer. Aún era soltera. Así estuvo 2
años hasta que el padre de aquel primer bebé se casó con ella. Fue entonces cuando
el padre de Carmen, emigrado a Argentina, regresó para quedarse. La casa pasó en
ese momento a tener 2 varones (el padre de Carmen y su marido), 3 mujeres (la
madre de Carmen, Carmen, y su hermana menor de 14 años) y dos jóvenes (los
hermanos pequeños de Carmen con 12 y 10 años). Eran muchas bocas para
alimentar, y el trabajo en el campo de toda la unidad familiar lo realizaban sólo
Carmen y su marido, ya que su padre tampoco echaba una mano en esta tarea.
Es así como, frente a la difícil
situación en la que se encontraba toda la familia, el esposo de Carmen y el
padre de Carmen tuvieron una fuerte discusión en el que el primero exigía el
trabajo del resto de la familia en las tareas que sólo realizaban Carmen y él, pero
acabó propiciando que el padre de Carmen echase de esa casa a su esposo.
Era el año 1946. Los tiempos
eran duros, así que el esposo de Carmen se fue pero tanto Carmen como sus dos
hijas pequeñas quedaron en esa casa, con sus padres y hermanos.
El esposo de Carmen no
ganaba suficiente para enviar dinero a su mujer y dos hijas, así que, viendo la
necesidad que había, Carmen dejó el trabajo en el campo y empezó a trabajar en
la mina de Wolframio de Varilongo, a 7 km de distancia de Budian, su pueblo. Era
el año 1951. Su tarea consistía en cargar las vagonetas a pala, pero la
costumbre la llevaba a trabajar el doble que cualquier hombre, así que le
pagaban como a un varón. Así estuvo, enfrentada a su padre, ya que éste no
quería que fuese a trabajar fuera de casa. Tanto así era, que aun teniendo su
padre un reloj, nunca se lo dejó a Carmen, provocando que en numerosas
ocasiones iniciase el camino al trabajo de la mina 1 hora antes de lo necesario.
Carmen tenía que empezar todos los días el camino a las 5:00 de la mañana para así
llegar a trabajar a su hora a la mina de Varilongo. Otro correctivo que sufría
Carmen por parte de la familia derivado de su trabajo fuera de casa, era el
sólo llevar un trozo de “broa” (pan de maíz) para el trabajo de todo el día en
la mina. Al llegar a casa después de trabajar en la mina tenía que dar el pecho
a su hija más pequeña. Gran parte del sueldo que ganaba se lo tenía que dar al
padre por “el cuidado de sus hijas” mientras ella trabajaba.
Fotografía antigua de Carmen y compañeros en la mina de Varilongo. |
Así pasó 4 años de trabajo en la mina de Wolframio, hasta que el trabajo en esta mina se acabó para ella y prosiguió con el trabajo fuerte de la casa familiar (y sin sustento del marido, que seguía trabajando fuera pero sin posibles).
Debido al maltrato que recibía
del padre, todos los problemas que existían en la casa, y frente a la negativa
del marido para que fuera a vivir con él, Carmen se marchó de la casa familiar para
vivir sola con las 2 hijas de 14 y 10 años, y comenzar así una nueva vida
independiente, y sin ninguna ayuda familiar. Ese era el castigo. Acostumbrada a
trabajar, pronto obtuvo comida y el pago monetario a cambio de su fuerte trabajo
en el campo como jornalera. Al año de estar viviendo las tres solas, no les
faltaba de nada, incluso ni independencia y libertad. Era el año 1962.
Posteriormente, su marido
consiguió trabajo en la cuenca minera de Asturias, concretamente en La
Felguera, y es así como esto les permitió el juntarse de nuevo a los cuatro, donde
da comienzo a una nueva vida.
Quedó viuda en el año 1972,
con 47 años. Siempre reivindicó su independencia e igualdad frente al hombre hasta
que murió en el año 2018 con 93 años.
Existen grandes nombres de
mujeres en la historia, más públicos o menos, nombres que llevamos grabados
como referentes de lucha feminista, por su vida, reivindicación, divulgación
del movimiento, etc. Mujeres que se les reconocen el valor de producir cambios
en ciudades, países, o incluso el mundo entero. Son personalidades que se
hicieron públicas desde un principio o que fueron recuperadas para la
colectividad y la causa.
En un plano considerado
menos relevante, en el día a día, en nuestra familia o en la otra esquina del
mundo, existen tantas y tantas mujeres, que con su sufrimiento, esfuerzo, valor,
tenacidad y más amor, han caminado a contracorriente en una sociedad que las
encadenaba a una sinvida. Y es que son estas mujeres las que, aún sin llegar a
conocer las hazañas o palabras de estas grandes referentes para la lucha
feminista, han sido el ejemplo en la vida cotidiana para otras tantas mujeres de
que sí era posible. Son mujeres que han practicado un feminismo forzado por la
necesidad de su gente querida, donde su vida es una reivindicación de la vida,
una lucha continua para la igualdad de género, una guerra sin descanso contra
la represión y la violencia estructural del sistema. Y su recompensa…
posiblemente el olvido.
Madrina, con este pequeño
escrito sólo espero que tu lucha nunca caiga en el olvido.
Fuentes consultadas:
Familiares de Carmen Couto Rellán y vecinas de su pueblo natal.
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